July 11, 2013

Traductor 2.0: El traductor y sus herramientas

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Cuando hice mis primeras incursiones en este oficio y en este arte que es la traducción mis únicas herramientas eran un lápiz, un borrador, un bloc de hojas rayadas y tres pesados diccionarios, uno bilingüe, y dos monolingües, uno para el idioma de fuente y otro para el idioma de llegada. En esos tiempos los computadores eran extremadamente pesados, lentos, caros, difíciles y aburridos de usar para cualquier cosa que no fueran videojuegos (que por entonces eran bastante primitivos, por cierto), y el Internet era todavía más una promesa que una realidad.

El traductor entra dentro de la categoría del “trabajador del conocimiento”. Un trabajador del conocimiento es aquel que piensa para vivir, y dado que el pensamiento no es más que un tipo muy complejo de procesamiento de información, es normal que las mejores herramientas para pensar sean aquellas de la tecnología de la información. Hoy en día la velocidad de la innovación de la tecnología informática es vertiginosa, y no escasean las herramientas disponibles para facilitar la labor del traductor. Por la misma razón, esta labor está cambiando constantemente, a la par con esa innovación, co-adaptándose cada vez más profundamente con una ecología de herramientas que se han llamado colectivamente como programas de TAC (Traducción Asistida por Computador). Estos incluyen programas que se necesitan para cualquier tarea que implique procesamiento de información, como libros digitales de consulta (con sus respectivos programas de lectura), interfaces de búsqueda de datos, correo electrónico y procesadores de texto. Pero dentro de la TAC también podemos hallar herramientas más especializadas.

El software de TAC más especializado para la traducción es el mal llamado software de memorias de traducción. De hecho, mucha gente realmente se refiere a este software cuando menciona el software TAC. Algunos autores proponen que el tipo de software especializado al que me refiero se llame “herramientas de ambiente de traducción”. Estos ambientes de traducción desempeñan varias funciones para hacer más eficiente la traducción, entre ellas la función de memorias de traducción. De manera que hay quienes denominan a los ambientes de traducción por su hiperónimo (TAC, que es una categoría más amplia) y hay quienes los denominan por su hipónimo (memorias de traducción, que son un subconjunto de sus funciones).

En un software de ambiente de traducción tanto el texto de fuente como el de llegada están visibles simultáneamente, en campos de texto adyacentes pero separados, y las partes del texto de fuente que el traductor ya hubiera traducido, aparecen en el campo de texto de llegada para que el traductor las use o deseche a su acomodo al componer su texto de llegada, actuando de esta manera como un asistente de memoria extendida. También permite acceder a los glosarios que el traductor haya realizado o a los que tenga acceso como parte de un proyecto colaborativo, así como administrar proyectos, entre otras funciones más especializadas, aunque estas tareas también se pueden realizar con otras herramientas, como mencionaré más adelante.

Este tipo de software tiene sus ventajas y sus desventajas, de manera que considero que es mejor utilizarlo solo cuando sus aspectos positivos se pueden aprovechar al máximo. Existen varias opciones dentro de las herramientas de ambiente de traducción, el que usamos actualmente en Translatare es Trados, que es también el más popular, pues es un macro que se integra con Microsoft Office, generando dentro del documento Word mismo los dos campos de texto, distinguidos por colores pastel de fondo, y por su posición (el de fuente arriba y el de llegada abajo).
Trados permite además usar fragmentos en la memoria que no son exactamente idénticos al segmento actual, pero que son suficientemente parecidos para ser útiles. En ese caso, Trados indica qué tanta divergencia hay entre el fragmento recordado (traducido en otra ocasión) y el actual, indicando un porcentaje de similitud. Cuando son exactamente iguales, esta indicación es del 100%. Una de sus limitaciones es que solo funciona para textos de llegada en formatos compatibles con Microsoft Office y con archivos PDF cuando tienen ROC (Reconocimiento óptico de caracteres), permitiendo la digitalización del texto, lo cual no siempre es el caso. Otro factor limitante de Trados es su alto precio, lo cual hace difícil adquirirlo o actualizarlo.

Otra herramienta especializada con la que contamos es AnyCount, un contador de palabras con el cual se puede hacer un conteo más preciso dentro de una variedad de formatos de documento incluyendo PDF e imágenes además de los tradicionales documentos de Microsoft Office. Si bien con Microsoft Word se pueden contar las palabras fácilmente, sus opciones son limitadas y de hecho esta misma opción no se tiene de manera nativa para otros tipos populares de documentos, como Excel y Powerpoint. AnyCount puede hacer conteos de palabras para la mayoría de formatos comunes. Además cuenta con la opción de elaborar automáticamente una cuenta de cobro o factura a partir de los documentos seleccionados, todo lo cual es útil a la hora de producir estimados de costos de traducción (por palabra) para cualquier documento.

Podría decirse que la labor solitaria y rudimentaria del traductor, se está tecnificando y colectivizando al mismo tiempo. La era digital no solo nos permite procesar mejor la información, sino también compartirla mejor, para coordinar tareas colaborativamente. El traductor 2.0 debe compenetrarse no solo con la máquina, sino con otros traductores, con los clientes potenciales y reales, y con el mercado y la sociedad. A este respecto, el Internet es invaluable, y sobre todo tener una dirección web y un buzón de correo electrónico que sirvan de plataforma de contactos, para mostrarse al mundo y atraer más y mejor trabajo.

Como es bien sabido, el lenguaje natural, a diferencia del lenguaje formal que rige al mundo de las matemáticas y la informática, es ambiguo, y en esa ambigüedad reside su poder. Sin embargo, esa ambigüedad, fruto de las mil maneras que hay para decir las cosas, se convierte también en una barrera lingüística a la hora de traducir un texto como parte de un equipo de trabajo.

Dentro del discurso de un solo individuo está permitida una cierta variabilidad en la dicción mientras se mantenga el registro y la coherencia del tono. Pero la terminología técnica está plagada de sinonimias, homofonías, homonimias, hiperonimias e hiponimias que se pueden intercambiar descuidadamente en un contexto literario, donde el factor entretenimiento tiene una mayor importancia relativa. Sin embargo, en el contexto técnico, donde la mayor importancia relativa la tiene el factor instrucción, la claridad requiere coherencia terminológica, que si ya es difícil de lograr en un individuo, se convierte en una variabilidad volátil entre traductores distintos.

La herramienta que soluciona este problema de coherencia terminológica de forma más costo-efectiva es Google Docs. Mediante esta aplicación, en nuestra red de colaboradores se mantiene una serie de glosarios que se consultan y editan simultáneamente en tiempo real por Internet, sin una jerarquía editorial, pero con un sistema de reglas claro que nos permite por un lado unificar términos, y por otro resolver rápida e inequívocamente cualquier conflicto acerca de cuál es la palabra precisa. Y por supuesto, con una opción para revisar y deshacer una historia de ediciones de cada colaborador, lo que permite realizar una unificación centralizada en caso de necesitarse.
Google Docs no es útil solo para unificación de terminología sino para gestión de proyectos con múltiples colaboradores, al permitir establecer un tablero organizacional de acceso más o menos abierto a los colaboradores, que contiene los datos relevantes de un proyecto, asignando tareas específicas a personas específicas, e indicando instrucciones generales, tanto a nivel de operaciones internas, como de administración basada en la relación con los clientes como de contabilidad financiera.

En el año 2012 Google lanzó Google Drive, su propia versión de un tipo de aplicación que recientemente había comenzado a expandirse, clasificados globalmente dentro de la expresión “computación en la nube”, en la que se ofrecen servicios de almacenamiento, transferencia y procesamiento de datos y archivos por Internet. Al mismo tiempo que Google comenzó a expandir a Google Docs para incluir no solo documentos de texto y hojas de datos, sino también formularios, presentaciones, dibujos, cálculos gráficos, y firmas electrónicas, lo fusionó con Google Drive.
Google Drive ofrece el mismo servicio que Dropbox, un participante importante en el mercado de la computación en la nube: almacenamiento en línea de todo tipo de archivos con lectores para la visualización de esos mismos archivos, y ofreciendo la capacidad de acceder a ellos en diferentes lugares y dispositivos con solo tener Internet y la aplicación correspondiente. En ambos casos, por debajo de cierto límite de almacenamiento, el servicio es gratis, y por encima, se ofrece bajo algún modelo de pago.

El gran problema de Google Docs es que para permitir la edición de los documentos de texto en su propia plataforma basada en el navegador de Internet (rasgo que Dropbox no ofrece, pues se especializa más en compartir archivos de varios tipos, incluyendo audiovisuales, sin editarlos) requiere usar formatos muy parecidos pero levemente distintos de los más populares formatos de archivos que usa Microsoft Office. Esto implica que para documentos muy sencillos no hay diferencias, pero para documentos en los que se usan las opciones más avanzadas de Microsoft Office, los documentos, al ser reconvertidos por Google Drive para su transferencia, pierden parte de la información o del formato del archivo original. Por otro lado, aunque Microsoft Office sigue siendo el estándar, eso podría cambiar con el advenimiento de software para procesamiento de palabra libre y de código abierto, robusto y ágil, como LibreOffice, aunque este aún carece de algunas de las opciones más avanzadas de Microsoft Office.

La gran ventaja de Google Docs es ser parte del universo de Google, una compañía que está dedicada a soluciones por Internet, y que está en constante crecimiento, de manera que, mientras que la posibilidad de colaborar en línea en un archivo no la tiene Microsoft Office (excepto con aplicaciones absurdamente tediosas, como Microsoft Groove, suficientemente complejo de usar para que su mal manejo pueda fácilmente ser la causa de pérdida de información importante, pero sobre todo de tiempo valioso, incluso cuando funciona bien), en cambio Google Docs está en constante desarrollo y expansión, acercándose a la realización del paradigma de la oficina digitalizada y sin papeles: un ambiente de trabajo en el que el uso del papel es mínimo o nulo, con beneficios productivos, económicos y ecológicos.

Un paso positivo en esta dirección lo ofrece la reciente fusión de la compañía HelloSign con Google Drive, permitiendo la firma electrónica de contratos mediante documentos en la nube. Aunque actualmente las firmas electrónicas tienen peso legal solamente en Estados Unidos, India y países miembros de la Unión Europea, no cabe duda de que esta figura legal está en constante expansión. De manera que las firmas electrónicas son un tipo de herramienta que ya existe pero del cual actualmente no podemos sacar provecho, excepto mediante la implementación de certificados digitales, para lo cual hay que incurrir en gastos de servicios de terceros en certificación digital.

La tecnósfera de la traducción asistida por computadores está evolucionando constantemente, incluyendo innovaciones que hace pocos años eran consideradas como pertenecientes al mundo de la ciencia ficción, y que ahora están aquí para quedarse, y cuyos muchos usos posibles estamos recién descubriendo, entre ellos, de importancia para nosotros, la asistencia en la traducción. Entre estas están los servicios de traducción automática, los aparatos electrónicos portátiles y los programas de reconocimiento automático de voz, los cuales reseñaré brevemente en lo que queda de este artículo.

La herramienta más popular en traducción automática es la página Google Translate, en la cual se puede escoger un par de idiomas entre varios pares y direcciones posibles, introducir un texto, y producir automáticamente un texto escasamente utilizable en el idioma de llegada. Google Translate tiende trampas engañosas con una frecuencia alarmante, devolviendo un texto que a primera vista parece fluido y coherente pero que en realidad es un galimatías sin sentido, o peor aún, un texto perfectamente semántico y gramático que no tiene relación alguna con el contenido del texto de fuente. Esto dificulta enormemente la traducción, pues si al comienzo había un texto de fuente que de por sí puede ser complejo y lleno de minas y cáscaras, ahora hay dos textos, uno de fuente, y otro intermedio que, si no se es cuidadoso, puede interponerse y confundir al traductor, desviándolo de su camino.

La siguiente innovación, mucho más útil y versátil, son los aparatos electrónicos portátiles, cuya mayor utilidad para un traductor es la de actuar como una fuente más o menos inmediata (dependiendo del aparato y la aplicación que se usen) de acceso a material digital de referencia, (vademécums, enciclopedias, glosarios, diccionarios o bases de datos terminológicos, en línea o fuera de línea, monolingües, bilingües o plurilingües). Aunque esto se puede hacer en el mismo computador que el traductor usa como estación de trabajo, la proliferación de ventanas y aplicaciones puede entorpecer un poco el flujo de trabajo. Por otro lado, consultar un aparato distinto es al menos una excusa para cambiar leve y brevemente de posición el cuerpo, lo cual para un traductor ya es un lujo. Y por supuesto, estos aparatos, ya sean teléfonos inteligentes, tabletas o lectores de libros electrónicos, tienen una utilidad invaluable a la hora de traducir fuera del propio entorno, o de interpretar (realizar traducción simultánea oral), aunque el acto de consultarlos todavía se pone un poco en el camino, interfiriendo con el flujo de la traducción o interpretación.

La barrera que las herramientas de consulta actualmente imponen al flujo de la traducción o interpretación, sin embargo, será superada dentro de muy poco tiempo, sobre todo con el advenimiento de dos nuevos herramientas, que revolucionarán no sólo la traducción, sino todos los demás aspectos de nuestras vidas, si no directamente al ser asimilados velozmente, al menos indirectamente, iniciando una nueva oleada de innovaciones competitivas por participar en el mercado del tipo de herramientas que estos productos implementan. Una de estas herramientas es Google Glass, un hardware consistente en una lente con monitor. La otra herramienta es el producto principal de la compañía Dragon NaturallySpeaking, un software que escribe dictados, y sus variaciones (para distintos sistemas operativos de teléfono, tableta o computador).

Estas dos herramientas nos acercan al paradigma del ciborg, que significa organismo cibernético, es decir, uno en el cual los sistemas regulativos de control se han expandido más allá del cuerpo, hacia aparatos tecnológicos que expanden las capacidades perceptivas y accionantes del cuerpo humano. Y al mismo tiempo nos acercan a otro paradigma, menos anticipado, pero quizás más inminente y revolucionario: la ropa tecnológica. Este concepto se refiere a aparatos computacionales que en vez de ser cargados en bolsas o bolsillos, se llevan de la misma manera que accesorios de indumentaria tales como gafas, pulseras, pendientes o cinturones. Esta tendencia, permitida por la imparable miniaturización de los chips y las baterías, permite una mayor movilidad que a su vez repercute en la proliferación del fenómeno del teletrabajo, también llamado trabajo a distancia, o trabajo desde el hogar.

Dragon NaturallySpeaking, que ya está en el mercado, es una aplicación de reconocimiento de voz que sirve para hacer dictados que transforman la voz automáticamente en texto, así como para convertir texto en voz sintética y para ejecutar comandos de voz. Todo esto ya promete ser una manera mucho más eficiente e intuitiva de interactuar con los computadores y robots, pero sobre todo presenta una gran oportunidad para la gente que trabaja con textos, entre ellos, por supuesto, los traductores. Hay casos en los que el texto a traducir es suficientemente sencillo y voluminoso para que valga la pena invertir en un asistente humano que tome un dictado, ya sea presencialmente o a partir de una grabación digital que se puede enviar por correo. Esto es suficiente cuando esas condiciones se cumplen ocasionalmente, pero cuando el grueso de los trabajos son de esta índole, comienza a volverse una opción atractiva invertir en automatizar el proceso del dictado.




Google Glass, que al momento de completar este manuscrito sigue en fase de desarrollo, será la primera comercialización masiva de un dispositivo óptico de realidad aumentada, es decir, que permite ver más información acerca del entorno de la que es visible a simple vista, e incluso consultar información auxiliar sin perder el sentido de orientación visual del entorno. Es decir, que mediante el uso combinado de un “monitor manos-libres” y reconocimiento de voz será posible componer mensajes de texto mientras se cruza la calle sin peligro, y por supuesto, consultar material de referencia sin perder de vista el texto de trabajo o a los clientes en un trabajo de interpretación.

Antes de siquiera pensar que algún día sería un traductor, yo leía mucho sobre la Inteligencia Artificial y estaba muy emocionado por llegar a ver una máquina pasar la prueba de Turing. Luego cuando me hice traductor, comencé a temer ese momento, porque sabía que el día en que un computador fuera capaz de generar lenguaje natural los traductores nos quedaríamos sin trabajo. Pero ahora soy un optimista racional: los robots y la inteligencia artificial son sólo la última expresión de una tendencia antigua que jamás se detiene, y de hecho, todas nuestras vidas mejoran cuando aquellos mejoran, incluso si algunos de nosotros tenemos que encontrar nuevas formas de trabajo. Por supuesto que a mí me gustaría teletrabajar desde una cafetería con vista al mar, con un lente Google Glass tomando mis dictados.







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